martes, 3 de agosto de 2010

Viajar por todo lo alto

DAVID FOSTER, AP; JOHN ACHENBACH,
THE WASHINGTON POST
Los hermanos Wright se habrían pegado una panzada de reír si hubieran visto a un gigante jorobado de 400 toneladas como el Boeing 747 en el hangar de montaje.
¿Cómo va a volar ese monstruo? Jamás de los jamases, habrían dicho.
En su histórico vuelo de diciembre de 1903, esos pioneros de la aviación recorrieron 360 metros. De haber partido del fondo de la sección económica no habrían llegado a primera clase. Pero llegaron lo bastante lejos. Lo que comenzaron entre el viento y las dunas de Kitty Hawk transformó al mundo.
La aviación modificó el arte de la guerra. Y encogió el mundo hasta tal punto que hoy en día prácticamente no queda lugar en el planeta al que no se pueda llegar en menos de veinticuatro horas desde cualquier otro. Además, abonó el terreno para el programa espacial y permitió salir del planeta.
Los aviones no solo sirvieron para transportar pasajeros y carga. Según Tom Crouch, conservador del Museo Smithsoniano del Aire y el Espacio, también han servido para que la imaginación levante vuelo. «Antes de 1903 --explica--, la gente decía: “Si Dios hubiera querido que el hombre volase, le habría dado alas”. Después de esa fecha, se dice: “Si el hombre es capaz de construir una máquina que vuela, no hay nada que no pueda hacer”.»
La participación de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial comenzó y terminó con aviones. En diciembre de 1941, bombarderos japoneses atacaron Pearl Harbor y arrancaron a Estados Unidos de su política neutral. Cuatro años más tarde, la superfortaleza volante B-29 Enola Gay soltaba una bomba atómica sobre Hiroshima. Entre tanto, EE.UU. fabricó casi 300.000 aeronaves de guerra, entre ellas los primeros helicópteros.
Terminada la contienda, motores a reacción y cohete impulsaron a las aeronaves imprimiéndoles más velocidad y alcance y llevándolas a mayor altura. El piloto de prueba Chuck Yeager se convirtió en el primer hombre que traspasó la barrera del sonido alcanzando casi 1300 km/h en octubre de 1947, en Bell X-1 impulsado por cohetes.
En los años sesenta, el avión a propulsión X-15 llegó más alto y voló a más velocidad que ningún otro aparato. Alcanzó casi 8400 km/h, remontándose a suficiente altura como para que sus aviadores pudieran considerarse astronautas. No obstante, a esas alturas, no había nada más glorioso en los cielos que participar en el programa espacial.
En todo caso, la aviación no ha dejado de hacer progreso. El Boeing 747 --la aeronave comercial de mayor porte que cruza los cielos-- es prueba fehaciente de ello. Es capaz de transportar a más de 400 pasajeros a lo largo de 15370 km sin necesidad de repostar. Desde 1969 se han construido más de 1230 Jumbos, en los cuales han viajado 2200 millones de pasajeros.
Treinta años más tarde, este gigantesco aparato sigue causando impresión. La compañía Boeing lo monta en una fábrica que, según la propia empresa, es el edificio más extenso del mundo: ocupa 40 hectáreas. Necesita ese espacio. Un 747 tiene 6 millones de piezas, 275 kilómetros de cables y 8 de tubos. También tiene 67000 kilos de aluminio, y la cola alcanza una altura de 19 metros, equivalente a un edificio de seis pisos.
¿Cuál es el último logro de la tecnología? Solo unos pocos privilegiados lo saben, explica Bill Sweetman, que escribe sobre temas aeronáuticos. Muchos observadores creen que un avión supersónico llamado Aurora se está probando bajo máximo secreto por las autoridades estadounidenses en la Zona Restringida 51 en Nevada.
Pero para impresionarse no hace falta que sea secreto. Sweetman aconseja levantar la vista al cielo en cualquier sitio. «A mí me parece que cualquiera que pudiera viajar en el tiempo desde 1903 se asombraría de ver tantas naves en el aire --dice--. Son tan habituales como los trenes en el siglo XIX. Vuelan por todas partes.»
Los mares se han vuelto charquitos. Las montañas son pequeños bultos en el camino. Prácticamente el único rincón del mundo sin vuelos regulares programados es la Antártida en invierno.
Los 40.000 km de circunferencia terrestre ya no impresionan a nadie. Ahora la Tierra es una simpática pelotita.

La creciente globalización

Pronósticos

INFORME DRUDGE
El viceministro de relaciones exteriores de los Estados Unidos Strobe Talbott cree que en el siglo XXI su país puede dejar existir a la manera actual, dado que el concepto de nación habrá pasado a la historia en todo el mundo. Talbott ha formulado y llevado a cabo la política exterior de Clinton. Desde el día en que este asumió la presidencia ha desempeñado funciones en el Ministerio de Exteriores.
Poco antes de integrarse al gobierno, Talbott escribió en la revista Time, en un ensayo titulado Hacia la nación mundial, que aspiraba a la instauración de un gobierno dirigido por «una autoridad internacional única». «De aquí a cien años --decía-- el concepto actual de nación será cosa del pasado. Todos los estados reconocerán una autoridad única». Esto declaró Talbott en el número correspondiente al 20 de julio de 1992 de la mencionada revista.
«Una expresión que ha estado brevemente de moda a mediados del siglo XX --ciudadano del mundo-- tendrá verdadero sentido a fines del XXI. En esencia, todos los países no son otra cosa que el fruto de acuerdos o convenios que pueden cambiar con las circunstancias. Por muy inalterables o sagrados que parezcan en un momento dado, lo cierto es que son entidades artificiales y provisorias.»

El siglo de los mártires

Persecución
PUERTAS ABIERTAS
«Este siglo se conoce como el de los mártires, porque más gente ha perdido la vida por la religión cristiana que en todos los anteriores», informa la misión Puertas Abiertas, fundada en 1955 por un holandés conocido por el seudónimo de Hermano Andrés, autor de El contrabandista de Dios, libro del cual se han vendido 14 millones de ejemplares en todo el mundo.

Epidemias
Sida
Hace dos décadas, nadie había oído hablar del sida. Según fuentes del programa conjunto de la ONU y la OMS sobre el VIH y el sida, 50 millones de personas se han contagiado hasta la fecha con el mencionado virus.
El informe señala que más de 33 de esos 50 millones portan la enfermedad, y al menos 16 millones han fallecido. El informe correspondiente a diciembre de 1999, publicado con motivo del Día Mundial del Sida (1 de diciembre), indica igualmente que más de 16 millones han muerto hasta la fecha, así como que este año 2,6 millones de personas contrajeron la enfermedad y otros 5,6 el virus, cifras ambas sin precedentes.
«Con una pandemia de semejantes proporciones, cada nuevo contagio contribuye a la onda expansiva y deja sentir sus efectos en familias y poblaciones, y cada vez más en la economía» --afirma el Dr. Peter Piot, director ejecutivo de ONUSIDA--. «El sida se ha convertido en la mayor amenaza al desarrollo en muchos países.»

SHELLEY PANNILL, FRANCE PRESSE

obrecarga de
información

El 21 de enero de 1998, cuando el periodista Matt Drudge soltó el bombazo de la aventura del presidente Clinton con una becada de la Casa Blanca y expuso la posibilidad de que el mandatario le hubiera pedido a ella que mintiera, no pensó en la prensa. Dio la noticia en su página personal de Internet.
A las pocas horas, las cadenas nacionales, superando su desdén por un desconocido al que veían como un tipo armado de módem que ni había terminado la secundaria, devoraban y reproducían los morbosos detalles. Los medios de prensa habían completado su ciclo, satisfaciendo a un público sediento de morbo tal como lo habían hecho sus antepasados al iniciarse el siglo.
El paso de los diarios de a centavo a la Red de redes comenzó con la invención de tecnologías que ya no nos asombran: el teléfono, el telégrafo, la radio y la televisión.
La aparición de los medios de difusión masiva ya era bastante obvia para 1914. No obstante, en los años de entreguerras, mientras el mundo iba de una crisis política a otra, esos medios se dispararon espectacularmente. La radio y la prensa estaban en el apogeo de su popularidad.
La primera emisora, KDKA, salió al aire en Pennsylvania en 1920. A fines de 1922 funcionaban 576 emisoras privadas, y para 1939 había más de 27 millones de receptores.
La radio transformó la vida de los pobres, poniendo fin a la soledad: les llevó el mundo a su casa. El aumento en el porcentaje de alfabetización dio lugar a que en poco tiempo aumentara la circulación de los diarios, y así, en 1950 en los países desarrollados se vendía un promedio de entre 300 y 350 periódicos por cada mil habitantes.
La televisión, cuyo desarrollo se vio interrumpido por la Segunda Guerra Mundial, comenzó a emitir programaciones completas en la década de los cincuenta. En los sesenta, al menos en EE.UU. se había convertido en el principal medio de difusión, reduciendo el número de asistentes a los cines y prácticamente acabando con los espectáculos de variedades.
A medida que fue mejorando la programación, los noticieros televisivos fueron sustituyendo a las fotos de revistas ilustradas como Life, y las telenovelas a los seriados de la radio.
Hacia esas fechas, la televisión por cable --ideada en los cincuenta para atender a los norteamericanos que residían en zonas apartadas-- empezó a ampliar su alcance. Se puso a la vanguardia con el canal musical MTV y con el canal de noticias CNN de Ted Turner. Las conexiones satelitales de hoy en día permiten la transmisión instantánea a todo el planeta.
Según la UNESCO, en 1995 el 98% de los norteamericanos, el 95% de los habitantes de Europa Occidental y el 94% de Europa del Este tenía televisor.
El resto del mundo los está alcanzando. El 63% de las viviendas asiáticas ya tiene su receptor. Únicamente en África, donde solo el 21% de las familias tiene, no ha invadido la TV los hogares.
Con la llegada de la Internet, los noventa se han convertido, como dice la revista Time, en «la era de la sobrecarga de información». Ahora cualquiera puede ser editor.

La implosión demográfica

uEUROPA
ESTOCOLMO.--Mia Hulton es una mujer culta, pensativa y de voz suave. Vive con el hombre al que quiere y se mata de trabajar siete días a la semana. A sus 33 años, está empeñada en triunfar en el mundo académico. A pesar de vivir en Suecia --que concede más ayuda que ningún otro país a las mujeres que desean tener descendencia--, la Sra. Hulton no ve cómo va a haber lugar para niños en su vida. Dice que no ve muy bien dónde encajarían.
La prosperidad y la libertad están haciendo que millones de mujeres de los países desarrollados estén teniendo cada vez menos hijos. Pasan más años estudiando, ponen el acento en el trabajo y se casan más tarde. A consecuencia de ello, las tasas de natalidad de muchos países están experimentado un rápido y constante descenso.
Desde los tiempos de las grandes epidemias, guerras y depresiones económicas no se daban unos índices de natalidad tan bajos.
Con la esperanza de vida subiendo a medida que disminuye la fertilidad, las naciones más desarrolladas pueden encontrarse en pocos años con sociedades desequilibradas casi imposibles de sostener: grandes cantidades de ancianos e insuficientes jóvenes para mantenerlos.
No queda un país en Europa en el que nazcan suficientes niños para suceder a las generaciones actuales. Hace poco, Italia se convirtió en el primer país en la historia con más ciudadanos de 60 años que de 20. Y es probable que este año Alemania, Grecia y España lleguen a encontrarse en la misma situación.
Las repercusiones se harán sentir mucho más allá de Europa. El año pasado, la tasa de fecundidad del Japón --es decir, la cantidad de niños que tiene la mujer promedio a lo largo de su vida-- bajó a 1,39, siendo la más baja hasta la fecha.
«Nunca se había dado un fenómeno así en la historia del mundo», sostiene Nicholas Eberstadt, demógrafo del American Enterprise Institute de Washington. «Estamos en un terreno desconocido. De continuar la tendencia, en una generación o dos habrá países en que los únicos parientes consanguíneos sean los padres de uno. ¿No creen que entonces habrá más soledad y tristeza en el mundo? Yo creo que sí.»
La mayoría de los matrimonios responde en las encuestas que quiere tener dos hijos. Pero igualmente hablan del futuro y de su preocupación por vivir bien. No se ve que importe mucho --al menos en lo material-- que hoy en día la gente tenga más que nunca en los países desarrollados.
«Es que nos hemos vuelto muy egoístas y codiciosos --explica Ninni Lundblad, de 31 años, que trabaja en un laboratorio de biología de Estocolmo--. ¿Acaso nuestros padres se sentaban con una hoja de cálculo a ver si podían permitirse tener dos o tres hijos? Por supuesto que no. Vivimos en la zona más acomodada y en la época más próspera, y todo el mundo se preocupa por si podrá tomarse sus próximas vacaciones o comprarse un yate. La verdad es que es una vergüenza.»
«La prosperidad nos ha estrangulado --afirma el Dr. Pier Paolo Donati, profesor de sociología en la Universidad de Bolonia y destacado intelectual católico--. Lo único en que cree todo el mundo es en la comodidad. La ética de sacrificarse por una familia, que es uno de los conceptos fundamentales de la sociedad humana, ha pasado a la historia. Parece mentira.»
NEW YORK TIMES NEWS SERVICE

Máquinas «humanas»

¡Bienvenido al milenio! Preste atención a algunos de los pronósticos de Ray Kurzweil sobre la inteligencia artificial:
De aquí a diez años se perfeccionará el teléfono traductor. Podrá hablar en inglés mientras su interlocutor lo escucha en japonés... con su propia voz.
En la próxima década de los veinte, los implantes neurológicos no serán solo para los discapacitados. La mayoría de la personas los tendrá para mejorar sus experiencias sensoriales, memoria, facultades cognitivas y creatividad.
Entre 2020 y 2025 ya dispondremos de la resolución, la velocidad y la amplitud de banda para escanear la totalidad del cerebro humano. Un ordenador de mil dólares se equiparará al cerebro en capacidad para procesar datos, pudiendo efectuar unos 20.000 millones de cálculos por segundo.
En la década de los treinta, uno podrá copiar el contenido de su cerebro en un computador para crear una réplica de sí mismo.
Kurzweil no es sensacionalista. Tiene un historial de comprobada exactitud en lo que se refiere a evaluar avances tecnológicos. En su libro The Age of Intelligent Machines predijo entre otras cosas una red internacional de información que enlazaría casi todas las organizaciones existentes y a decenas de millones de personas, la derrota del campeón mundial de ajedrez por parte de una computadora en 1998, la amplísima variedad de música comercial creada con sintetizadores computacionales y que la tecnología bélica más avanzada se basaría en el computador.
THE CHRISTIAN SCIENCE MONITOR

La década de la prisa

¿Tamborilea nerviosamente con los dedos en la mesa mientras espera a que el microondas le caliente el café instantáneo? ¿Almuerza a toda prisa mientras va de un sitio a otro? ¿Contesta el teléfono mientras lee las comunicaciones de correo electrónico, y responde estas mientras ve la TV? En ese caso, según James Gleick, autor de Faster: The Acceleration of Just Abour Everything, probablemente sufre del síndrome de apresuramiento, enfermedad que, para él, caracteriza a nuestra década.
«Las computadoras, las películas, la vida sexual... ahora todo es más acelerado que nunca», sostiene Gleick. «Y cuanto más nos cargamos de aparatos y de estrategias para ahorrar tiempo, más apurados no sentimos.»
¿A qué se debe eso? ¿Por qué nos sentimos tan agobiados en la cocina si disponemos de máquina lavavajillas? ¿Cómo podemos impacientarnos si en menos del tiempo que nos toma pegar un sello de correos podemos despachar una comunicación a cualquier rincón del mundo? Son esas las contradicciones que se puso a investigar Gleick, redactor científico del New York Times y autor del best-seller Chaos.
«Soy de los que hacen muchas cosas al mismo tiempo. De los que se ponen a pensar qué pueden hacer durante los 90 segundos que tarda el microondas en calentar el café», dice con aire de culpabilidad. «¿Ha observado que ver la televisión está derivando en otras actividades? Ya no nos conformamos con mirar; tenemos que verla con el control remoto en la mano. Y aunque la tenemos encendida, también estamos sentados ante el computador.» Eso nos lleva a plantearnos la segunda cuestión que inquieta a Gleick: la tecnología ha acelerado nuestra vida, pero, ¿estamos en condiciones de adaptarnos a su ritmo?
«La respuesta es que, evidentemente, no estamos en situación de amoldarnos a un paso tan rápido --explica--. Nos estamos acarreando un sinfín de enfermedades con tanto trajín. He hablado del síndrome de apresuramiento, pero se podría decir que la sociedad se ha vuelto frenética.»
Seguidamente relata esta anécdota sobre Jorge Washington. Se cuenta que cuando se retiró a su plantación se moría de soledad hasta tal punto que enviaba a esclavos a esperar junto al camino para invitar a los transeúntes a cenar con él. Hoy en día nos aqueja un mal que es todo lo contrario. Tenemos demasiado contacto unos con otros y demasiados artilugios. Nos atestamos los bolsillos de bípers, teléfonos celulares y computadoras de bolsillo --el último modelo permite conectarse a la Internet en plena calle--, y nos quejamos de sobrecarga de información.
Nos cuesta entender --dice Gleick-- que en el ataque de 1941 a Pearl Harbor culminó una travesía de once días por parte de la flota japonesa, que no fue detectada debido a un vacío de datos, o que 2000 personas murieron en 1815 en la batalla de Nuevas Orleáns, quince días después de haberse firmado un tratado de paz en Londres. Contamos con que la información aparezca en todas partes, lo antes posible.»
Pero esas expectativas nos han dejado también exhaustos, acosados y agobiados por la presión de los incesantes mensajes que llegan por fax o correo electrónico suscitando un engañoso sentido de urgencia. Ya hay médicos que están observando una adicción a los aparatos buscapersonas y los remedios rápidos.
Lejos de darnos más libertad, los artefactos pensados para ahorrar tiempo nos vuelven más impacientes todavía. Ese es otro síntoma del síndrome de apresuramiento. «Reconozco que ya se me hace lento imprimir con una impresora láser que hace seis páginas por minuto --cuenta meneando la cabeza--. Y eso que antes metía las hojas a mano una por una. Aunque me tomara todo el día, era un milagro: me ahorraba semanas.
»Esa sensación de impaciencia, ese atiborrarnos de información... Lo hacemos todo más rápido de lo que habría sido posible hace nada más diez años. Sin embargo, si lo pensáramos, bien, nos daríamos cuenta de que nos parece tan lento que nos saca de quicio.»
La consecuencia es que se han modificado nuestras expectativas de lo que es posible, normal y entretenido. «Fíjese en esa serie de cuentos de un minuto. Cuesta imaginarse a uno diciéndoles a los amigos que ha comprado un libro que se lo lee a su hijo en minuto. Y hay toda una serie, y se vende. Es difícil pensar en qué se puede hacer en los diez minutos que se ahorran al no leer un cuento más largo a nuestros hijos a la hora de acostarlos. La gente no sabe en qué emplear el tiempo.
»La mayoría vivimos a un ritmo vertiginoso --dice--. Nos quejamos, y sin embargo no eliminamos nuestra dirección electrónica. Nos gusta estar conectados. No estamos interesados en dar un giro radical y volver a una vida más sencilla.
»¿Se ha fijado en esos comerciales con vaqueros que pasan por la televisión de EE.UU.? Parte de la mentalidad norteamericana consiste en tener la idea de que no hay nada mejor que dormir bajo las estrellas en medio del campo. No obstante, los tipos que trabajan en esos anuncios se mueren por regresar a la ciudad. Aunque todos sabemos que no tenemos tiempo para la contemplación, para meditar a solas, a la hora de la verdad, no estamos tan ansiosos por tener la oportunidad de meditar.»
TIMES DE LONDRES

Su majestad el plástico

MALCOLM RITTER, AP
El plástico puede ser el material que defina al siglo XX. Este material, moldeable como su nombre indica, puede ser lo máximo en productos sintéticos. Sin embargo, los primeros plásticos artificiales debían mucho a la naturaleza, en concreto a la celulosa, principal elemento constituyente de las plantas.
En 1862, en químico inglés Alexander Parkes anunció que había logrado modificar el colodión, compuesto de celulosa utilizado en cirugía para tratar heridas. La compañía de Parkes quebró, pero el inventor norteamericano John Wesley Hyatt se hizo rico al manipular el colodión. Creó el celuloide, y al poco tiempo se fabricaban peines, cuellos de camisa, rollos de película e infinidad de objetos.
Hasta este siglo no comenzaron los inventores a fabricar plásticos a partir de materiales enteramente sintéticos. El primero apareció en 1909, y se llamaba baquelita.
Se utilizó en radios, tomacorrientes, bisutería, teléfonos, lavadoras, carretes de pescar y armas de fuego. La baquelita «fue el molde para la industria actual del plástico», dice el Colegio de Químicos de EE.UU.
En los primeros años del siglo aparecieron otros plásticos, como el celofán, invención de un ingeniero textil suizo que quería evitar que el vino manchara los manteles. Los años treinta vieron surgir el nylon, el teflón, los plásticos para envolver alimentos y el polietileno, de tanto uso en la fabricación de jarras lecheras y bolsas de supermercado, entre otras cosas. En 1940 Henry Ford pudo dar hachazos contra un prototipo de automóvil con carrocería plástica para demostrar su resistencia.
Hoy en día los plásticos están por todas partes. Vamos de viaje. Preste atención.
La bandeja ajustada a la parte posterior del respaldo del asiento del avión es de plástico. La bolsa para el mareo, también. Y el letrero que dice «abróchese el cinturón». El 767, con sus dos toneladas de piezas de plástico, ha concluido su travesía.
La persiana que baja para cubrir la ventana es de plástico. Y también lo es la propia ventana.
Un miembro del personal de pista pasa conduciendo la carretilla de los equipajes bajo los alerones plásticos. Mientras, las turbinas dejan de girar y sus componentes plásticos empiezan a enfriarse.
Los pasajeros se ponen de pie para salir. Un señor forcejea con el cierre plástico de su chaqueta. Una señora se quita los tapones (plásticos) de los oídos. Un bebé toma un biberón de plástico. Una muchacha se pasa un cepillo de plástico por el pelo.
De la bandeja superior, los pasajeros recogen computadores portátiles, portatrajes y bolsas de las tiendas libres de impuestos, todo ello parte de los 102.150 millones de kilos de plástico que consume anualmente el mundo.
Los pasajeros pasan entre las hileras de lamparitas plásticas que bordean el piso y pasan a la manga de acceso, hecha también de plástico. Las junturas plásticas de un cochecito de bebé chirrían al pasar por la rampa de entrada.
Suena una voz por un megáfono de plástico. Sobre una mesa destella una de las 10.000 millones de botellas plásticas de Coca-cola fabricadas este año. Una niña con una muñeca de plástico extiende la mano hacia unos caramelos envasados en una bolsa plástica. Al tomar los billetes que le entrega la madre de la niña, el empleado acciona las teclas de plástico de la caja registradora y retira las monedas del vuelto de una bandejita plástica.
Un auxiliar de vuelo introduce una tarjeta de plástico en un teléfono, acciona siete teclas plásticas y habla por un auricular del mismo material.
En los baños de caballeros, un señor se pone un par de los 33.200 millones de lentes de contacto que se fabrican anualmente; de plástico, por supuesto. Mientras tanto, otro se ajusta la dentadura postiza, también de plástico, mientras un empleado barre con una escoba de dicho material.
En un puesto de perros calientes, el vendedor arranca el envoltorio plástico a un pancito, parte de los 6.265 millones de envoltorios plásticos flexibles que se producen al año, y lo arroja a un basurero de plástico forrado con una bolsa del mismo material. Un cliente se desabrocha el botón plástico del puño de la camisa, se arremanga y se sirve mostaza de una botella plástica.
Maletas de plástico, algunas con ruedas del mismo material, aparecen en la cinta transportadora, que es de plástico.
La salida está indicada con un rótulo del mismo material. Y las puertas que se abren al pasar también son de plástico.
Un hombre ahueca las manos en torno a un encendedor de plástico y prende un cigarrillo. Sube a un taxi. El asiento --de plástico-- está caliente. Es que el acondicionador de aire --de plástico-- no funciona. La aguja plástica del velocímetro se mueve: el vehículo, con sus 165 kilos de componentes de plástico, arranca.
Al pasar por la cabina de peaje, el taxista acerca una placa electrónica --de plástico-- al parabrisas, y sube la barrera plástica. Con las manos en el volante --de plástico-- prosigue su camino.
En el taxímetro --de plástico-- van apareciendo números hasta que el vehículo se detiene frente a un edificio de apartamentos, tras un camión del que están descargando una mesa y unas sillas de jardín. Todos esos muebles están hechos de plástico.
Una señora recoge con una palita plástica lo que dejó su perro en la acera. Para variar, se trataba de materia orgánica.
(Papá:) ¡Ja, ja! Bueno, por lo menos se descompone, ¡al contrario que el plástico!
Parece mentira lo que ha cambiado el mundo en tan poco tiempo. Recuerdo el mundo de mi infancia, antes de la era de los plásticos, cuando recién se estaba poniendo de moda el nylon y se empezaba a envolver alimentos en papel de celofán, las películas eran de celuloide y estallaban en llamas durante la proyección y los envoltorios de plástico eran una novedad.
En muchos sentidos, ese material nos ha facilitado la vida. Pero desde luego está contaminando la Tierra al mismo tiempo, y un día el Señor tendrá que quemar la superficie del planeta para limpiarlo a fin de crear una Tierra Nueva en la que habrá muchos sustitutos no contaminantes del plástico: ¡cosas que el hombre ni se imagina! Al fin y al cabo, ¿para qué va a utilizar el Señor plásticos si puede crear a partir de oro puro, diamantes y otras piedras preciosas! ¡Lee Apocalipsis 21, y verás!

Hambre y sequía

Señales de los tiempos
Crisis de agua potable puede afectar a 40 países
Más de mil millones de personas carecen de agua potable, y los expertos afirman que el problema se agravará en el siglo entrante.
La mayor parte de la escasez que se prevé para 2025 tendría lugar en África y Oriente Medio. No obstante, también afectaría la India, algunas zonas de China, Perú, Inglaterra y Polonia, según declaró una comisión recientemente formada para estudiar las deficiencias en el suministro a nivel mundial.
De acuerdo con dicha comisión, la carencia azotaría a un total de más de 40 países. Un análisis de las Naciones Unidas reveló que 1.400 millones de personas no disponen de agua en condiciones de beberse. Las enfermedades causadas por agua sin tratar o mal tratada se cobran cada año entre cinco y siete millones de vidas. Según la ONU, en la mitad de la población de los países en vías de desarrollo se han dado en algún momento dichas enfermedades.
El informa añade que para 2025 la escasez afectará a 2.300 millones de personas, es decir, el 30% de la población mundial.
Incluso donde no falta el líquido elemento, las aguas están contaminadas. La polución de cauces y cuencas fluviales ha contribuido en parte al flujo de refugiados por motivos medioambientales, cuyo número ascendió el año pasado a 25 millones, superando por primera vez el número de desplazados por guerras, que son 21 millones.
Según los especialistas, en buena parte el problema obedece a las tendencias en cuanto a asentamientos urbanos. Dos tercios de la población del planeta viven en regiones en las que cae un cuarto del total de las precipitaciones.
Disputas regionales por el preciado elemento podrían cobrar caracteres violentos a medida que se agudiza el problema. En África, Asia Central, Oriente Próximo y América del Sur están surgiendo situaciones conflictivas en torno al acceso a ríos y mares interiores.
Ismail Serageldin, director de la Comisión Internacional del Agua, ha declarado: «El agua es vida. La escasez de ella será uno de los problemas más graves del siglo XXI.»
SOUTH CHINA MORNING POST/AP