sábado, 19 de junio de 2010

Catástrofes ambientales

Enero 2000
JOHN SIMPSON, BBC; ROGER HIGHGIELD, DAILY TELEGRAPH
Calentamiento del planeta. 1998 fue el año más caluroso desde que se llevan registros. 1999 puede resultar peor, una vez que se conozcan las cifras.
Ello ha afectado el fenómeno del Niño, que junto con el de La Niña causa fluctuaciones de la presión atmosférica y las temperaturas en la superficie por todo el Pacífico tropical.
En 1998 dio lugar a la peor tormenta tropical del hemisferio occidental en 200 años: el huracán Mitch. En pocas horas cayeron sobre América Central precipitaciones equivalentes a las de un año. Diez mil personas murieron a consecuencia de ello.
De África a Australia hubo sequías, y los bosques de Indonesia ardieron ocultando el sol durante semanas con la espesa humareda. En contraste, el subcontinente indio fue objeto de graves inundaciones.
Poco después del Mitch, cuatro huracanes arremetieron simultáneamente en el Atlántico, por primera vez en este siglo.
Añádase a esto otros descubrimientos que se informan a cada momento, como por ejemplo que el casquete polar antártico se está derritiendo, lo cual podría elevar con el tiempo el nivel del mar en siete metros.
Extinción de especies. Casi la mitad de la superficie terrestre se ha visto alterada por actividades del hombre. De seguir la tendencia actual, entre uno y dos tercios de las especies botánicas y zoológicas se perderán durante la segunda mitad del siglo XXI.
La profesora Jane Lubchenco, de la Universidad Estatal de Oregón, ha señalado que los datos más recientes revelan una alteración espectacular en los océanos. «Siempre se había considerado que el mar tenía una capacidad ilimitada para suministrar alimentos y diversos servicios a la especie humana --explica--. Pero las alteraciones causadas por el hombre están mermando esa capacidad.»
Ya existen cincuenta zonas muertas con poco o ningún oxígeno en aguas adyacentes a las costas. La más extensa del hemisferio occidental se encuentra en el Golfo de México, y tiene su origen en el exceso de desechos ricos en nitrógeno y fósforo que descienden por las aguas del Misisipí.

La ciencia aumenta:
Una enciclopedia en sus manos
WILLIAM RASPBERRY, THE WASHINGTON POST
La Enciclopedia Británica tiene una página de acceso gratuito en línea. Es verdaderamente extraordinario que en cualquier parte del mundo un ciudadano cualquiera tenga acceso inmediato a un caudal de conocimientos que no hace muchos años habría causado la envidia de un catedrático de universidad.
Lo anterior no es sino una pequeña muestra de la manera en que se ha disparado la información y el acceso a los conocimientos. Las bibliotecas públicas, las librerías y, por supuesto, la Internet, ponen al alcance de mi familia más recursos informativos de lo que habrían podido jamás soñar no hace mucho las más grandes lumbreras de la erudición.
Me acaba de telefonear una amiga para contarme que, en preparación para un viaje a Benin, bajó entre 75 y 100 páginas de información de diversos sitios de Internet sobre dicho país de África Occidental. Encontró información detallada sobre la moneda del país, la situación política, el clima, las últimas noticias locales y hasta la dirección de la embajada de EE.UU. Me dijo: «Ya me siento como si conociera el país, y eso que nunca estuve allí». Muérete de envidia, Marco Polo.
Y no es solo la información lo que tenemos tan a nuestro alcance. Pensemos en las dificultades que encontraba un melómano en el siglo XIX. Siempre podía escuchar, desde luego, a músicos de su ciudad. Pero si, digamos, le gustaban Bach o Beethoven, tenía que contratar una orquesta y buscarse un local para el concierto. O sea, tenía que ser rico. Hoy en día, cualquier adolescente con un Discman (o incluso una radio FM) puede escuchar prácticamente a voluntad la música de su elección interpretada por los músicos más destacados. El mismo joven puede apreciar a su antojo miles de cuadros en el Museo Nacional de Bellas Artes.

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