lunes, 14 de junio de 2010

100 años de sexo

MARC BURLEIGH, FRANCE PRESSE
Este siglo ha transformado nuestra vida sexual en muchos sentidos.
Pero el sexo no es lo único que ha cambiado. Algunos también han cambiado de sexo. Los avances de la medicina posteriores a la Segunda Guerra Mundial permitieron a especialistas daneses transformar a un hombre en mujer. En 1952, el soldado estadounidense George Jorgensen se convirtió en Christine Jorgensen.
Las convulsiones sociales de los años sesenta trajeron consigo la revolución sexual que arrasó el planeta. Su símbolo era el anticonceptivo oral, la píldora. La aparición de esta dio lugar a más relaciones sexuales y menos hijos, como corrobora el descenso de población observado en los países industrializados.
La aparición del sida en 1981 quitó brillo a la revolución sexual. Aunque no se ha descubierto cura, eficaces métodos de prevención y terapia han hecho descender el número de bajas mortales en los países más avanzados. Pero en los más desventajados no ha dejado de aumentar. Este año la OMS lo ha puesto a la cabeza de las causas de mortandad en África: uno de cada cinco fallecimientos en el continente negro se pueden atribuir a la temible pandemia.
Los homosexuales, si bien en un principio fueron condenados al ostracismo por la histeria que desataron las primeras noticias sobre el sida, no tardaron en ganar terreno en lo político gracias a la atención dedicada por los medios de prensa. Salieron a la luz, y en muchos países se ha legalizado su forma de vida, permitiéndose en algunos los matrimonios homosexuales.
Los últimos años del siglo han traído dos novedades más en materia sexual.
Una fue la aparición del Viagra, el fármaco que aumentó la esperanza de que hombres mayores pudieran continuar sexualmente activos hasta el momento de su muerte; y en unos pocos casos también produjo esta.
La otra fue la aventura de Clinton con Monica Lewinsky. Se dio tanto bombo al asunto que hubo un momento en que pareció bastante posible que el presidente del país más poderoso del orbe cayera por culpa de un devaneo cuyo carácter sexual no fue capaz de reconocer abiertamente.

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