martes, 29 de junio de 2010

El microchip, una revolución en miniatura

RANDY STEARNS Y CLARE WEISS, ABC NEWS
Ya nadie se asombra de los microprocesadores. Son diminutos, baratos y están por doquier. Pero lo cierto es que han revolucionado nuestra manera de vivir. Hace solo 26 años que Intel produjo el primer chip. Hoy en día funcionan en el mundo más de 350.000, y no solo en computadores. Se han infiltrado en nuestra vida diaria. En la actualidad, prácticamente cualquier artefacto que cuente con reloj automático o que tenga pantalla de cristal líquido utiliza microchips. En una mañana cualquiera los empleamos como una docena de veces: cuando suenan los pitidos del despertador, en los aparatos para hacer ejercicio, en la balanza de baño y en el microondas.

El siglo de la
computación
MARC BURLEIGH, FRANCE PRESSE; REUTERS; WILLIAM H. WEBSTER
«Yo diría que en el mundo hay mercado para unos cinco ordenadores.» Estas palabras, pronunciadas en 1943 por Thomas Watson, a la sazón gerente de IBM, han pasado a la historia como uno de los mayores errores de cálculo de todos los tiempos.
Pero, ¿quién iba a imaginar en 1943 que aquellas primitivas máquinas automáticas de cálculo evolucionarían hasta convertirse en los PC que ocupan su puesto en millones de escritorios y hogares, generando una economía basada en la tecnología que pondría en comunicación a personas de todo el planeta por medio de una red de alcance universal?
El desarrollo de las computadoras comenzó en tiempos relativamente recientes, cuando mediante circuitos eléctricos se construyó sobre las bases sentadas por el inventor inglés Charles Babbage. El ingenio decisivo que mereció el nombre de computadora fue el Colossus, obra de Alan Turing --otro inglés--, el cual fue obligado a prestar servicio en la Segunda Guerra Mundial descifrando códigos secretos alemanes.
Estados Unidos no tardó en construir su primera auténtica contribución en ese campo: el Mark I, utilizado por la Marina para calcular trayectorias de proyectiles.
Todos estos avances condujeron a lo que muchos consideran el primer ordenador de verdad: un monstruo de ochenta toneladas con 18.000 válvulas que respondía a las siglas ENIAC. La revista Popular Mechanics vio en ello un futuro prometedor con computadores de menor porte. «Puede que las computadoras del futuro --anunciaba ansiosamente en 1949-- no tengan más de mil válvulas y solo pesen una tonelada y media.»
IBM no tardó en adquirir una posición dominante. Fue introduciendo ordenadores cada vez más capaces y pequeños, culminando con la aparición del PC o computador personal en 1981, el cual se convirtió en la norma.
Sin embargo, las empresas establecidas tardaron mucho en prever que había un mercado viable para dichas máquinas. Ni siquiera lo comprendieron cuando un tal Bill Gates, conocido en su casa, fundó una pequeña empresa llamada Microsoft allá por 1975, y empezó a vender programas para una sencilla y elemental computadora llamada Altair.
Ken Olsen, director y fundador de Digital Equipment Corp., declaró en 1977: «¿Quién va a querer tener un ordenador en su casa?»
Sin embargo, la demanda se disparó. La computadora pasó de ser una curiosidad en la oficina y el hogar a desempeñar funciones tan indispensables como cajero automático, escáners de supermercado, teléfonos móviles, televisores y muchísimo más.
Para hacerse una idea de lo fundamental que se ha vuelto en la economía internacional, basta pensar en la importancia que tiene en el mercado la compañía más poderosa del planeta: Microsoft. Además de ser el hombre más acaudalado del mundo, Bill Gates se ha convertido en todo un icono.
La adopción de Internet tras su invención en 1990 llevó a muchos a pensar que estamos en medio de una revolución digital.
A partir de unos pocos usuarios habituales al principio de la década, la red se expandió a pasos acelerados. En la actualidad conecta 200 millones de habitantes de una ciudad electrónica con una población equiparable a la de Estados Unidos. Se calcula que para el año 2005 habrá mil millones de personas --un sexto de la humanidad-- en línea, dos tercios de ellas fuera de EE.UU. Cada cuatro segundos aparece una nueva página.
En EE.UU. se envían cada día más comunicaciones por correo electrónico que por correo ordinario. La Internet cuenta con seis millones de páginas, y cada día se añaden otros 15.000 sitios.
La Red constituye ya un estado mundial de por sí, con su propia economía y moneda digital, y está comenzando a modificar las funciones de la economía internacional.
Se espera que para el año 2005 el volumen de ventas realizadas en línea ascienda a 5 billones de dólares.
El ritmo imparable con que avanza la revolución tecnológica hace que los productos actuales tengan corta vida. En los últimos cuatro años, los chips han pasado de contar con 1,1 millones de transistores a tener 120 millones (los ingenieros de Intel creen que pueden llegar a 400, e incluso a mil millones antes de que se acabe el gas de silicona). Asimismo, los supercomputadores han pasado de realizar 256.000 millones de operaciones por segundo a la friolera de un billón. Enlazando supercomputadoras, los científicos e ingenieros han llegado a realizar 10 billones de operaciones por segundo. Los últimos modelos de sobremesa alcanzan ya la velocidad de los superordenadores de ayer.
La inteligencia artificial está dando paso a la inteligencia realzada. Un hombre ha sido capaz de manipular una computadora mediante un implante electrónico conectado a sus células cerebrales. El investigador Roy Bakay, de la Universidad Emory, cultivó las células de un donante en su implante, y ello le permitió conectarla. La computación cuántica y la neurológica, que se basan en los 73 billones de células del cuerpo humano, serán los próximos avances de la tecnología.

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