martes, 3 de agosto de 2010

Viajar por todo lo alto

DAVID FOSTER, AP; JOHN ACHENBACH,
THE WASHINGTON POST
Los hermanos Wright se habrían pegado una panzada de reír si hubieran visto a un gigante jorobado de 400 toneladas como el Boeing 747 en el hangar de montaje.
¿Cómo va a volar ese monstruo? Jamás de los jamases, habrían dicho.
En su histórico vuelo de diciembre de 1903, esos pioneros de la aviación recorrieron 360 metros. De haber partido del fondo de la sección económica no habrían llegado a primera clase. Pero llegaron lo bastante lejos. Lo que comenzaron entre el viento y las dunas de Kitty Hawk transformó al mundo.
La aviación modificó el arte de la guerra. Y encogió el mundo hasta tal punto que hoy en día prácticamente no queda lugar en el planeta al que no se pueda llegar en menos de veinticuatro horas desde cualquier otro. Además, abonó el terreno para el programa espacial y permitió salir del planeta.
Los aviones no solo sirvieron para transportar pasajeros y carga. Según Tom Crouch, conservador del Museo Smithsoniano del Aire y el Espacio, también han servido para que la imaginación levante vuelo. «Antes de 1903 --explica--, la gente decía: “Si Dios hubiera querido que el hombre volase, le habría dado alas”. Después de esa fecha, se dice: “Si el hombre es capaz de construir una máquina que vuela, no hay nada que no pueda hacer”.»
La participación de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial comenzó y terminó con aviones. En diciembre de 1941, bombarderos japoneses atacaron Pearl Harbor y arrancaron a Estados Unidos de su política neutral. Cuatro años más tarde, la superfortaleza volante B-29 Enola Gay soltaba una bomba atómica sobre Hiroshima. Entre tanto, EE.UU. fabricó casi 300.000 aeronaves de guerra, entre ellas los primeros helicópteros.
Terminada la contienda, motores a reacción y cohete impulsaron a las aeronaves imprimiéndoles más velocidad y alcance y llevándolas a mayor altura. El piloto de prueba Chuck Yeager se convirtió en el primer hombre que traspasó la barrera del sonido alcanzando casi 1300 km/h en octubre de 1947, en Bell X-1 impulsado por cohetes.
En los años sesenta, el avión a propulsión X-15 llegó más alto y voló a más velocidad que ningún otro aparato. Alcanzó casi 8400 km/h, remontándose a suficiente altura como para que sus aviadores pudieran considerarse astronautas. No obstante, a esas alturas, no había nada más glorioso en los cielos que participar en el programa espacial.
En todo caso, la aviación no ha dejado de hacer progreso. El Boeing 747 --la aeronave comercial de mayor porte que cruza los cielos-- es prueba fehaciente de ello. Es capaz de transportar a más de 400 pasajeros a lo largo de 15370 km sin necesidad de repostar. Desde 1969 se han construido más de 1230 Jumbos, en los cuales han viajado 2200 millones de pasajeros.
Treinta años más tarde, este gigantesco aparato sigue causando impresión. La compañía Boeing lo monta en una fábrica que, según la propia empresa, es el edificio más extenso del mundo: ocupa 40 hectáreas. Necesita ese espacio. Un 747 tiene 6 millones de piezas, 275 kilómetros de cables y 8 de tubos. También tiene 67000 kilos de aluminio, y la cola alcanza una altura de 19 metros, equivalente a un edificio de seis pisos.
¿Cuál es el último logro de la tecnología? Solo unos pocos privilegiados lo saben, explica Bill Sweetman, que escribe sobre temas aeronáuticos. Muchos observadores creen que un avión supersónico llamado Aurora se está probando bajo máximo secreto por las autoridades estadounidenses en la Zona Restringida 51 en Nevada.
Pero para impresionarse no hace falta que sea secreto. Sweetman aconseja levantar la vista al cielo en cualquier sitio. «A mí me parece que cualquiera que pudiera viajar en el tiempo desde 1903 se asombraría de ver tantas naves en el aire --dice--. Son tan habituales como los trenes en el siglo XIX. Vuelan por todas partes.»
Los mares se han vuelto charquitos. Las montañas son pequeños bultos en el camino. Prácticamente el único rincón del mundo sin vuelos regulares programados es la Antártida en invierno.
Los 40.000 km de circunferencia terrestre ya no impresionan a nadie. Ahora la Tierra es una simpática pelotita.

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